viernes, 20 de julio de 2012

Los niños noventeros

Nací al final de los años ochentas, cuando la tele ya era un hecho a color con cable y no era ninguna mágica sorpresa, sino un hábito más. Las caricaturas de cajón venían de Asia, muchas madres aún eran amas de casa y el fútbol y la botana industrial conformaban al infante televidente.

Mtv comenzaba a cambiar, el grunge era un eslabón perdido entre los grupos de pop de caras bonitas, de chicas colegialas y de coreografías para los fans. Lo grotesco alternaba con una dulzura chiclosa. Entre el rock de Radiohead y la cara bonita de Spears se conformaba el carácter visual y auditivo de las masas noventeras.

Cabe decir, a dónde ha parado dicho canal: ya Spears perdió demasiada ropa colegial, y el rock y el pop noventero pasó por el garage para convertirse en electro-pop y reggaetón. De la misma manera, el “detrás de camaras de tus artistas favoritos” ahora son reality shows, en un extremo realismo impúdico. Ser alcohólico, fiestero, violento, ricachón, famoso, ya no es cosa de rockstars, sino la regla de los reality show.

Los Simpson venían del gráfico rupestre, amarillo siempre, a reflejar la familia del sofá y la tele. Un padre alcohólico, un niño hiperactivo, una madre nerviosa, una niña marginada por inteligente y una bebé inmutable hacían capítulos de la vida noventera: la mecánica aburrida del trabajo, de la escuela, tan parecidas en su chato engranaje, y el hogar cómodo del clasemediero fustigado de problemas. Ahora los Simpson son un “puerco araña”, humor del absurdo y la violencia del mercado global.

La tele no sólo servía para ver programas, sino que se conectaba a videojuegos. Entonces el Nintendo, el Supernintendo, el 64... cargaban el imaginario con sus aventuras y deportes virtuales. Esto se alternaba con maquinitas y salidas al parque, una cosa ya vieja para los niños y otra cosa cada vez más escasa. Sublimar asesinatos, acuchillar, jugar fútbol virtualmente era la costumbre.

Los niños no tenían celular y el internet llegó tarde. La comida en casa alternaba con comida corrida, los centros comerciales, la ida al cine con los amigos, las fiestas para niños, los clubs deportivos, las casas culturales, entretenían las tardes infantiles, oscilaban entre los nuevos entretenimientos tecnológicos y el trompo, el yo-yo, las casas de cultura, los clubs de natación.

Peinarse bien o mal era cosa de castigo, andar solo por las calles implicaba, según los padres, un peligro inminente. Aún había chicles de 10 o 20 centavos, papas de a 2 y guantes de béisbol de moda. Los cassets y los discos, las grabadoras, las teles gigantes, disney, las niñas de rosa y los niños de azul.

Al repasar, poco y rápido, los años noventa, da la impresión de haber perdido la raíz del lugar de origen, pero no lo creo, ya que ésta se encontraba del otro lado de los medios de comunicación, en las casas y en las calles. ¿Y los libros? Eran cosa obligatoria de las escuelas.

Abraham Peralta Vélez

jueves, 12 de julio de 2012

Hojas al aire No.1

 
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En el vuelo de las Hojas al aire No. 1 encontrarás algunos textos de y sobre:

La comida y la poesía, Cancionero gastronómico
Ilustración: Abraham Peralta Vélez

Juan Cervera Sanchís

 http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Cervera_Sanch%C3%ADs

Roberto Arlt
 http://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Arlt

sábado, 7 de julio de 2012

Editorial

Hojas al aire, a la deriva, con vocación y convicción, quiere cosechar y sembrar, reclamar un espacio para la literatura que se encuentra al margen del canon institucional y de las modas. Cosechar con la recuperación de la literatura desperdigada en los puestos de las calles, en las librerías de viejo, y sembrar con nuevos textos de escritores ya olvidados, aún vivos. Un esfuerzo más por difundir una semilla pequeña de literatura, pero rebosante de nuevos bríos.